Pueden ser ellos los hijos, nietos o descendientes y hasta los propios pequeños agricultores de ante del Triunfo de la Revolución Naciente el Primero de Enero de 1959. Muchos de los mismos víctimas del desalojo en aquellos tiempos y condenados a vivir en el camino real.
Se trata ahora de campesinos y campesinas que han sellado su compromiso con el surco,desde el mismo momento en que les fueran confiadas pequeñas porciones de tierra.
Es obvio que resalten y más por estos días,
las jornadas de júbilo y satisfacción, próximo a conmemorarse el aniversario de
la muerte del campesino Niceto Pérez García y como consiguiente, el onomástico
de la ANAP y el
“Día del campesino cubano”.
Algunos manifiestan sentirse sin palabras mediante las cuales agradecer lo gratificante que ha sido para ellos contar con un pedazo de suelo, concebido ya sea por las leyes de reforma agraria firmadas por Fidel a inicio de la Revolución y los gestos más recientes, tales como los previstos en los decretos leyes 300 y 311.
El privilegio de los campesinos cubanos sobresale frente a los viejos intentos de aquellas y aquellos enemistados con la Revolución de la bandera tricolor, dispuestos a ocultar una verdad inocultable, y contrasta también con los cientos de labriegos que por todo el mundo, demandan de aunque sea una cuarta de tierra con que ganarse la vida.
Ahora mismo recorre por la imaginación de cuantos productores han sido amparados desde un extremo a otro de la isla, por la simple razón de un pedazo de suelo, de integrarse en pequeñas cooperativas, instituciones donde hacen valer sus derechos. Patentizan así las palabras empeñadas por Fidel en el alegato de defensa durante el juicio del Moncada. Seguro que, el mismo mensaje que defenderán los delegados al XI Congreso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) a celebrarse en La Habana los días 15, 16 y 17 del presente mes.
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